Escribo para decir que muchos que no teníamos nada que ver con las víctimas, callábamos porque apoyábamos moralmente a ETA por puro orgullo nacionalista. Y cuando reconocíamos que matar no estaba bien, mirábamos a otro lado porque como no estábamos metidos en política, a nosotros no nos pasaba nada.
Soy de 1965. Viví en Algorta hasta 1995. Desde entonces, vivo en Madrid.
Crecí creyendo que los etarras eran héroes. La única vez que vi llorar a mi madre fue por los fusilados del 27 se septiembre de 1975. Cuando moría un guarda civil era una buena noticia.
Siempre oí hablar de ETA con admiración. Los contrarios a ETA no hablaban.
Ya en la veintena escuché por primera vez a una persona que me dijo, en secreto, que opinaba otra cosa y solo entonces empecé realmente a pensar con criterio.
Mis amigos no cambiaron de opinión. Hoy día no se atreverían a apoyar a ETA, pero pasan totalmente del tema o, como mucho, consideran que los etarras fueron víctimas de los dirigentes de ETA.
Entiendo el miedo de algunos entonces, pero no de la mayoría, de la gente no amenazada. Tampoco entiendo el blanqueo actual de los etarras. Voy poco a Bilbao, pero he visto varias veces recientemente manifestaciones en la Gran Vía a favor de los presos etarras. Sigue ocurriendo que todos los demás callan. En una conversación se me ocurrió sugerir una manifestación igual por narcotraficantes o violadores, lo que ofendió a mis familiares porque «no es lo mismo». Con los etarras vale todo porque siguen siendo de los nuestros y además ya no matan más. Más de uno me ha sugerido que con opiniones así estoy mejor en Madrid. Opino igual, hace mucho tiempo que no quiero ser parte de esa cultura cruel.
PM
25 de febrero de 2025