El sábado siguiente al asesinato de Miguel Ángel Blanco, mientras paseaba por el muelle de Zumaia, se me acercó un desconocido y – sin saludo ni preámbulo alguno, mirándome intensamente a los ojos– me soltó: «los del establecimiento X no cerraron en protesta del asesinato de Miguel Ángel Blanco». Sin despedirse ni hacer comentario o gesto adicional, siguió su camino. Todo duró muy pocos segundos. No sé quien era esa persona, ni soy consciente de haberle vuelto a ver; perplejo, solo recuerdo el gesto de desolación de sus ojos. No me dio tiempo a pensar ni decir nada, me quedé paralizado mirando el establecimiento que me acababa de mencionar. Para cuando me volví para tratar de ver quien era ya estaba a bastantes metros de distancia, andando entre la gente. Me pareció una persona madura, pero no un viejo; tenía acento vasco cerrado.
Ignacio Suárez-Zuloaga
Zumaia 10 de septiembre de 2015