Esto me resulta extraño. Mirando alrededor sigo pensando que mi vida no justifica un relato. No soy especialmente singular, no he hecho grandes méritos, ni he sido un héroe de los que por desgracia han sido necesarios para reconciliarme con mis congéneres.
Mi vida ha sido tranquila, tengo una (muy) buena familia, no hemos pasado grandes problemas, todo está bien…
Pero no. Hay un ruido de fondo que nunca desaparece, un dolor sordo que marca mucho, que es constante, que en ocasiones puntuales se hace agudo, aunque normalmente se sobrelleva con relativa soltura.
En mis recuerdos todo empieza a finales de la EGB (tengo 51 años). Por alguna razón no me gusta la corriente de dejadez (cuando no de franco apoyo) que tiene todo el mundo a mi alrededor. Los que no son de claro apoyo a ETA, son de los de “hombre, gustar no me gusta, pero la culpa la tienen los otros”, los bienpensantes que te dicen que ETA nació de buenas personas, luchadores que no querían matar, incluso algún “héroe” se sacrificó cuando se dio cuenta de que alguien podía morir con su bomba, pero la situación se encarnizó y se vieron abocados a radicalizarse…
Nada nuevo, todo el que es de aquí lo ha oído, o lo ha pensado.
Luego estaba esa gran masa de gente “buena” que “por supuesto” no estaba de acuerdo con ETA, pero que cuando ocurría algún atentado, alguna muerte hacían lo que la Susanita de Mafalda: decían “qué barbaridad” y al segundo pasaban a otras cosas, eso sí, apoyando todos los movimientos adyacentes que eran necesarios para que ETA existiera. Recuerdo una vez que detuvieron a un conocido, que por supuesto todos sabíamos que se movía en Herri Batasuna, de una manera “muy implicada”, incluso un hermano suyo estaba en la cárcel y todos los conocidos pusieron el grito en el cielo contra la policía hasta que uno dijo: “de qué os extrañáis, si todos sabéis que es cierto, ya verás como a por mí no van”. Tras una pausa de tres segundos, se cambió de tema y no se volvió a hablar de ello.
Luego lo que se hace muy duro es que gente a la que quieres y que incluso forma parte de tu familia defiende lo que para ti es indefendible, el acuerdo tácito de no hablar de ciertos temas para que “tengamos la fiesta en paz”. Aprendes a querer a la gente aun obviando cosas por las que no querrías pasar… pero duele.
Como ya he dicho al principio, nada grave, nada que merezca un libro (con película) ni siquiera este pequeño relato.
Luego hay situaciones que agudizan el dolor, que sí te plantean romper con muchas cosas e incluso irte y no volverte a mirar, pero al final se pasan, se vuelve a ruido sordo de fondo.
Claramente las muertes son algunos de esos momentos, pero claro, no necesitan demasiada explicación. Tampoco hay mucho que explicar (para el que ha vivido aquí) sobre los paños calientes, el mirar para otro lado, el “por supuesto que está mal, pero así no se ayuda, hay que ayudarles a dejarlo”, y claro, el clásico “hagamos concesiones, si no se encastillan y no salen de ahí” … y claro, se quedan con las concesiones, y se radicalizan un poco más (lo cierto es que lo entiendo, ya les va bien). Siempre me decepcionaron más los “buenos”, de los malos nunca esperé otra cosa.
Creo que uno de los momentos puntuales que recuerdo con más rabia sucedió cuando ocurrió el secuestro de Miguel Ángel Blanco. Recuerdo esa tarde con mi mujer y mi hijo que no tenía el año en la plaza elíptica de Bilbao, pidiendo la liberación de Miguel Ángel, todo lleno, todos codo con codo; recuerdo cuando la tragedia la rabia de todo el mundo, esos amigos “simpatizantes” de lo “abertzale” haciendo listas de bares a los que no volver a ir; incluso recuerdo haber estado haciendo un cordón para defender un bar cercano a mi casa, porque sabía que la manera no era destrozándolo…
Y cuando por primera vez empiezo a creer que por fin esta sociedad a la que pertenezco iba a tomar el camino correcto, se dan cuenta los que recogen las nueces de que podía llegar una época de escasez, y en seguida se lanzaron a la defensa. Pacto de Estella, empezar a cuestionar el foro de Ermua, volver a criminalizar a los “españoles”, a las víctimas (quién no ha oído el clásico “algo habrán hecho”), etcétera etcétera. Me prometí a mí mismo no volver a manifestarme con determinada gente ni determinados partidos por muy buena que sea la causa, y hasta el momento sigo manteniendo la misma convicción.
En resumen, la vida normal del vasco no nacionalista, o al menos de entre éstos el no conformista. Supongo que es más fácil vivir mecido por la corriente, pero no puedo, no es cuestión de mérito, simplemente soy incapaz. Soy consciente de que vivo con un resentimiento interno que dudo mucho que tenga solución, pero no hay problema, lo mantengo dentro de los cauces correctos, quizá soy mejor persona que ellos. Como mucho seré levemente molesto cuando haga algún comentario en alto (tiendo a ser a veces un poco bocazas) y la gente me vuelva a decir “ya estás tú con tus cosas” antes de cambiar de tema, al fin y al cabo, ETA ya no mata, déjalo estar.
Alejo López
Barakaldo 2017