Un bucólico txirimiri del que surge un lodazal

Todo empieza, después de una infancia y adolescencia austeras pero  felices y una juventud colmada de ensoñaciones, de ganas de superación, empapada de revoluciones, de hacer y construir país desde la educación de los hijos del pueblo. Un puntito épico el asunto, es cierto, pero casaba bien con una vida que se sentía comprometida con su sociedad y sus gentes, con la estrenada y balbuciente política democrática y con el nuevo tiempo que se vislumbraba y que bullía un día sí y otro también. Sentíamos que ese nuevo tiempo ya estaba allí a nuestro alcance. Dábamos por finiquitado  al franquismo. El autoritarismo o la represión social y política permanentes de la época resultaban anacrónicas desde mediados de los años 60 del pasado siglo. Formábamos parte de la tercer generación vinculada a la  catástrofe de la guerra civil y nos pesaban su silencios, incógnitas, venganzas y penurias. Llevábamos en el código genético, sin saber exactamente por qué, el tiempo de cambio imparable que se avecinaba. Respirábamos y sentíamos como propias  las influencias y reivindicaciones internacionales, participábamos, modestamente, de una la movilidad creciente, argumentábamos nuestra indisimulada envidia ante el europeismo más progresista por las ganas que teníamos de ser reconocidos y respetados. Afortunadamente y como primera generación, teníamos suficientes pistas de los cambios imperantes ya que la formación adquirida, que considerábamos ya un derecho, nos abría los ojos

2.-. Yo estaba, sentimentalmente y por principios, alineado con la izquierda republicana y transformadora desde la parcela que mejor conocía, la educación para la vida y para la comprensión del mundo que a cada cual le toca vivir.

Siempre me ha guiado un cierto pensamiento holístico, instruido, interpretativo a fuer de filosófico y reflexivo. Un pensamiento escudriñador del pasado para entender donde está cada cual.  Observador permanente del presente para tomar decisiones y muy interesado por el futuro intuido. Y así sigo.

He tendido, íntimamente, a la melancolía inevitable que llevan aperejados el exilio, la migración, el no ser de ningún sitio. Tal vez una melancolía poética propia del desarraigo y del viajero errante machadiano que me acompaña y que siempre he admirado por valiente y por honesto. Un apátrida con cuatro cosas en el hatillo o en la vieja maleta atada con cuerdas son suficientes para hacer todo el camino en la vida de cada cual. Esta melancolía nunca ha sido un lastre para mi…por temperamento soy optimista y en ocasiones diletante, ambas posturas compensadoras me exigían seguir para adelante buscando soluciones prácticas en cada momento. Soluciones más prácticas que brillantes, seguro. De  pronto entendí que, en Euskadi , en el País Vasco, un coreano y maqueto como yo debía buscarse un hueco en esta ajetreada vida, nada fácil para pobres y desheredados de la fortuna. Siempre y en toda ocasión ese hueco debe conseguirse con esfuerzo, dedicación a la tarea que a cada cual toca, aprendizaje continuo y  sin pasar por encima de nadie. Este respeto al semejante, no importa de dónde sea ni de dónde venga o a dónde vaya, lo aprendí en casa con mi familia,  con mis amigos y mis educadores a quienes tengo en alta estima y aprecio.  Sigo creyendo en esta sencilla medida para organizar la vida de cada cual y de las sociedades en su conjunto.

3.- Cuando ETA merodeaba y se hacia visible tras la muerte, los panfletos y los heroísmos amplificados, allá por el 68 y años siguientes, las ikurriñas daban patente de riesgo y pertenencia, ¡pobres de nosotros!.. Creí que, Euskadi buscaba, con todo el derecho, su camino y quise formar parte del recorrido. Incluso se justificaban, yo también lo hice, las lecciones que se daban a la dictadura bien a su frente militar o policial altanero y de viejo cuño o a sus autoridades constriñentes y más paternalistas que creíbles y mucho menos respetadas a sabiendas de su recorrido autoritario cuando no criminal. Aquellas lecciones nunca han incluido en mi imaginario ni el asesinato ni el desprecio pero si el enfrentamiento sin contemplaciones desde la organización social activa. Nunca he podido evitar cierto desdén ante brutos y energúmenos lo reconozco,  y hasta bien entrados los años 80 del pasado siglo, me costó creerme la buena voluntad de conciliación y acreditado respeto democrático de los voceros de entonces. Aprendí mucho de la vida, el trabajo y la política seria en Sestao y la Marquen Izquierda y he admirado a vecinos de toda condición y procedencia, líderes sociales, cargos públicos, políticos, sindicales  de toda condición y dedicación, jóvenes entusiastas, mujeres con mucho arrojo. Una sociedad dinámica, tolerante y cosmopolita. Allí comprendí y practiqué con ellos, desde mi oficio de educador y trabajador de la cultura que era factible la multiculturalidad y la convivencia pacífica entre diferentes. También he aprendido, un poco tarde lo reconozco que, no todos ni todas las que batallaban las calles o los que nunca lo hicieron hasta que se auparon en el poder se habían ganado el respeto democrático. Algunos, creo que no se lo han ganado todavía. Supongo que estoy equivocado por maximalista y que esta aplicación generalista de adjetivos o patentes de buena hechura intuyo o más bien sé que es inadecuada e injusta. Que es imprescindible afinar más para ser justo. Procuro, cuando menos aplicar, la duda razonable a lo que pienso, lo que veo, lo que leo y lo que escribo.

4.- Para entonces, una parte de la sociedad vasca, ni militar ni excluyente por tradición o genética ideológica, ya había tomado una deriva autoritaria disfrazada de lucha armada emancipadora, cruenta y sin concesiones, salvadora de esencias y derechos más que dudosos. El paso del tiempo, la investigación y la reflexión pública así lo atestiguan. Era la hora de los valientes, su hora, su momento de gloria exterminadora. El resto de la sociedad pasa a un segundo plano.

La creciente liquidación de personas y representantes sociales de todo tipo, repugnantes asesinatos sin paliativos, los señalamientos, las persecuciones políticas implacables, las extorsiones reales y fabuladas…un sinfín de técnicas exterminadoras, de control social incluida la expulsión tácita o exilio por pura seguridad personal o familiar, eran utilizadas sin miramiento y sin piedad con los perseguidos y de paso con toda la sociedad y en todos los confines donde llegaba su sombra devastadora. Con diferentes gradaciones es cierto, tratamientos selectivos los llaman, pero con la misma perversión. Una sociedad entera rendida que sale de su letargo gracias a un montón, una mayoría de gentes honradas, normales, horrorizadas por tanta barbarie injustificable. Creímos que esa perversión sólo se daba en otros sitios, en otros territorios o países de menos alcurnia y tradición o en los que no había llegado la civilización ilustrada pero que son más humanos, solidarios y hospitalarios que nosotros. “Mirar para otro lado” y” algo habrá/habrán hecho” como excusa, definían la simpleza de las justificaciones a tanta inhumanidad. La irresponsabilidad estaba ya al alcance de cualquiera. La exención de responsabilidades al tomar decisiones personales y colectivas se hacían norma. Un “todo vale para la causa” aunque esta sea una entelequia y una imposición calculadas.

Líderes sociales y políticos o sindicales o religiosos acreditados, captadores , reclutadores infatigables y jóvenes fanáticos inducidos en su mayoría,  iban convirtiendo barrios, pueblos y ciudades en un estercolero moral todavía no desinfectado ni cauterizado hoy. Alimentaban una sociedad compartimentada, no permeable, cada vez más cerrada y fundamentada en la sospecha y la desconfianza o en los intangibles culturales y socializadores de exigencia obligatoria para pertenecer  bien “a ellos” o “a nosotros…a los nuestros”. Demasiadas heridas de mala y lenta cura.

Todos los casos de liquidación, amenaza o extorsión calculadas han sido disfrazados y vestidos con ignotas razones populares, razones políticas y de oportunidad, de bien común sectario e inexplicable por el propio antagonismo semántico y de causa noble no entendible para los no iniciados en la jerga. Una permanente lectura histórica mas a medida y de libre interpretación que académica o científica , una falsificación del lenguaje cotidiano plagado de eufemismos y acrónimos para ocultar realidades, venganzas disimuladas y vergüenzas públicas y privadas…

Todos sabíamos que los ataques y exhibiciones indiscriminadas de matonismo que terminaban en asesinatos eran moneda de uso corriente y siempre azuzaban la condición de enemigos del hipotético pueblo vasco. Estas prácticas culminaron en la cacareada determinación de socializar el sufrimiento para sojuzgar a toda la sociedad, al propio Estado y sus Gobiernos y por supuesto a todas las organizaciones no afines a la cosa. Desde 1994, pasando por el Pacto de Lizarra y hasta las treguas y cese de la lucha armada el cúmulo de despropósitos y aberraciones es antológico.

Estas prácticas mafiosas me horrorizaron ideológica y políticamente  sin remedio. Era consciente de la división social generada y buscada. No era una división democrática, civilizada… ni inocente, ya que implicaba una pretendida y  sistemática sustitución de personas e instituciones que modificaban de modo artificial y sangriento las correlaciones de fuerzas y equilibrios propios de cualquier sociedad. Consiguieron muy eficazmente, durante bastante tiempo como han señalado muchos analistas, inocular un miedo e inseguridad difusas vigentes hasta hoy.

Nunca he perdido de vista en este tiempo cruel, ni la guerra civil de los Balcanes entre serbios, croatas y bosnios ni sus consecuencias todavía no resueltas como tampoco la división de Irlanda, ni la liquidación propiciada por genocidio de los hutus en Ruanda o el destrozo civil de todo Oriente Medio…la lista es desgarradora. El odio es un camino devastador.

Calcular los males, lastres así como sus inherentes costes personales, sociales y económicos de estás prácticas persistentes en el tiempo, claramente deformantes de la acción política y pública, no está a nuestro alcance en estos momentos. Saber de lo hondo que han calado estas inmoralidades e insensateces en las conciencias de las generaciones maduras y en las más jóvenes con las que han convivido en este clima, no está hoy estudiado ni sabemos el peso histórico humillante en generaciones futuras.  Saber de la reparación de tantas víctimas directas y próximas no puede ser más que una mera aproximación bienintencionada y voluntarista de imposible cuantificación  muy a pesar de los esfuerzos realizados tanto a nivel particular como institucional y por supuesto a nivel social y de las organizaciones que estructuran lo social. Creo, que no somos conscientes, todavía, del mal hecho o permitido, incluso justificado y de la irresponsabilidad con la que se han movido los cultivadores de este clima social nefasto rayano con el enfrentamiento civil. No somos capaces de vislumbrar lo que de maligno hemos trasmitido a personas y comunidades o países de otras áreas geográficas con circunstancias y problemas similares con estas prácticas mafiosas y liquidacionistas, cuajadas de irredentismo ventajista y exportadas con vitola de lucha popular desde nuestro País. Más vale que no copien semejante engendro. Creo, sinceramente que, estamos inmersos o cuando menos hasta el cuello, en un lodazal. Y lo estamos por activa y por pasiva queriendo disimularlo con exquisiteces para evitarnos desagradables inculpaciones y sufrimiento íntimo. Nos creemos aquello de… ¡mejor pasar página!…Ya… pero como también se dice, leyendo todas las líneas, incluso los apuntes a pie de página para no huir fácilmente de lo que cada cual sabe que no denunció o de todo lo que no luchó para evitar inconvenientes personales, familiares o sociales cuando no profesionales o de posicionamiento social. Aquel txirimiri revolucionario ha generado lodos y desprendimientos inesperados o muy mal calculados en toda la sociedad vasca ya de por sí atomizada.

Claro está que, creo más en las personas indefensas y humilladas con todas sus concesiones que en los instigadores de tanta barbarie a la hora de medir la responsabilidad moral y civil en un momento determinado de nuestra historia reciente. No participo de tanta equiparación y equidistancias fáciles o cómodas de unos y otros sin  saber ni tener cuajo suficiente para graduar el mal aplicado a la mayoría y con clara conciencia de la maldad intrínseca aplicada. No me trago la irremediable obediencia debida consciente y mucho menos la altanería exhibida por torturadores y asesinos de manual. Si en estos delicados menesteres no se llama, no llamamos ni se pide o pedimos socorro a la justicia, a la humildad personal y colectiva pero siempre antes la primera y por qué no a la compasión, es que entendemos muy poco de la condición humana, de nuestra condición humana.

Tengo que reconocer que, en ocasiones, aflora la ira ante tanta desfachatez pero se trata de no aplicar, de conseguir no aplicar la venganza personal ni la social y colectiva indiscriminadas. Se trata de ser justo con los que han sufrido, de acompañar a los que más han sufrido y poner en su sitio a todos los que de algún modo han propiciado o bien han hecho sufrir, innecesariamente, a tantas personas, familias y comunidades  en aras de sus fabulaciones y desvaríos. No se puede reclamar respecto y procedimiento sólo para retrasar el ejercicio de la justicia y de paso escurrir el bulto y la responsabilidad. Antes o después los terroristas y comparsas, los que han sembrado el terror o el odio con muy diversas prácticas, deben callarse para que se oiga la voz de los justos, los inocentes, los despreciados, perseguidos y humillados durante esta larga noche plagada de fatuos e irredentos. Estos farsantes no tiene otro remedio que cargar de por vida con sus responsabilidades ante la justicia.

5.- Afortunadamente, la sociedad vasca supo reaccionar aunque fuere tarde, Miguel Angel Blanco es una referencia y símbolo a los 20 años de su cobarde ejecución sumaria que se celebra en estos días en los que repaso este vuelo por tiempos de ignominia pública. Apelo a su simbolismo pero ninguna otra víctima es menor.

El hastío empezaba a desmoralizar a los más valientes, personas de toda condición y movimientos lúcidos que supieron ver con anticipación el veneno inoculado de la serpiente y canalizar la repulsión creciente dada la permanente tentativa totalitaria de fagocitación insaciable de todo el andamiaje social e institucional de Euskadi. Es cierto que esta reacción se dio cuando el número de víctimas y las humillaciones padecidas eran insoportables. Es cierto que las diversas corrientes políticas nacionalistas tardaron en reaccionar. Un análisis más táctico y de oportunidad o estratégico invitaba a la prudente espera sin calcular con precisión las consecuencias de esa dejadez calculada. Todos los señuelos más o menos vinculadas a la basta red clientelar de las innumerables causas pendientes del nacionalismo, eran el juguete político-militar del momento. Todas las causas de cualquier  reivindicación, debían estar abanderadas por los terroristas y sus tentáculos sociales o políticos.  En realidad nunca consiguieron apropiarse de ellas ni de sus nobles objetivos. Como mucho consiguieron instrumentalizarlas para vender sus objetivos antidemocráticos cuando no criminales, poco más. Las corrientes nacionalistas democráticas tardaron demasiado en reaccionar con contundencia. Estaba en peligro su propia superviviencia o bien se ponían en solfa sus inagotables causas pendientes.

Tantas manifestaciones, tantos tiempos nuevos siempre al alcance de la mano, tantas contramanifestaciones para imponer tesis únivocas en una sociedad plural sin remedio, terminaron por agotar a todo tipo de agentes activos de nuestra sociedad. Desde las fuerzas armadas y policiales de Euskadi y el Estado, desde los cargos públicos amenazados a diario en todo el armazón institucional, desde lo grupos pacifistas, asociaciones y colectivos de todo tipo, se manifiesta un malestar, sensación de humillación colectiva y repulsión tales que, desde todos los ámbitos se reclama el fin unilateral del acoso terrorista y el fin ordenado de su alocada carrera a ninguna parte que no haya sido la instalación del ventajismo político e incluso social para los allegados. La aportación de Gesto por la Paz todavía no está cuantificada. Yo la considero incomensurable dentro de su siempre papel secundario cuando el terreno institucional, político y sindical saltaban a la palestra y movilizaban todos sus resortes y recursos. Creo que es de rigor reconocer, aunque no con sus nombres en este caso a todos los cargos públicos y de representación institucional, civil, policial o militar asesinados, señalados, maltratados, extorsionados y excluidos. Todas las otras víctimas colaterales y objetivos indiscriminados civiles en cifra infame son parte del mismo nomenclator doloroso que nunca debemos olvidar, cuando menos las generaciones que hemos vivido en su propio tiempo esta tragedia colectiva.

No aludir en este recorrido a todo el sufrimiento vivido y todavía vigente entre los militantes de ETA, los presos de todo este tiempo eterno para los que han padecido reclusión , cárcel, persecución y vigilancia, sus allegados y sus afines ideológicos, sería injusto e imperdonable. No denunciar todos y cada uno de los casos de torturas, persecución y muerte generados en la lucha policial antiterrorista, facilitaría el balanceo de la justicia a la que tanta equidad se reclama. No describir la permanente judicialización de la vida en el país es una laguna en el análisis. No pormenorizar cada caso para buscar las equiparaciones con los desastres provocados por las contiendas históricas, guerras civiles o no  describir la crueldad en las persecuciones nunca acabadas, reflejaría la cojera del estudio al no tratar y reflejar asuntos capitales y muy queridos para el imaginario. No saber de las más de 300 víctimas, incluidas las desaparecidas y cuyos ejecutores no han respondido ante nadie o no se van a prestar al necesario esclarecimiento…Todos estos lastres abundan en la inútil búsqueda de la equiparación de todas las víctimas. Sabemos que tal equiparación por mucho que se reclame y vocee es, a todas luces, imposible.

Hace tiempo que nos hicimos mayores y perdimos la inocencia de la juventud pero el camino que hemos tomado la mayoría es más sensato y justo que el que han mantenido ETA, sus colaboradores y sustentadores hasta hoy. Desde hace 40 años vivimos en un Estado democrático con todas sus imperfecciones democráticas claro, no se me escapa ni el detalle ni el conjunto…de ahí, a justificar la lucha armada amparándola en el histórico acumulado de agravios contra ese Estado lo considero una aberración que mejor hubiera sido para todos si hubiera terminado la sangría en 1978. Persistir en la lucha armada con un crecimiento exponencial, precisamente en los 80 y 90 lo tendrán que explicar los que la propiciaron, jalearon y se hacen responsables de su legado. Sé que esta afirmación tan rotunda no está exenta de controversia pero visto el recorrido y las consecuencias para tantas victimas inocentes y la conformación de una Euskadi enfrentada, no es el mejor balance a presentar.

Este relato no es más para mí mas que una presentación de sensaciones, una necesaria catarsis no acabada y la constatación de un rotundo fracaso que no debe enmendar las ganas de seguir construyendo una sociedad reconciliada hasta donde sea posible. Nos debemos unos a otros una sociedad capaz de convivir desde del respeto a la pluralidad evidente en las sociedades contemporáneas. Siempre desde el cuidado de la vida y las ilusiones de todas las personas sin excepción, vengan de donde vengan, sueñen con lo que sueñen, se refugien de lo que se refugien. Nos tiene que bastar para su aceptación su decencia y respeto, como nosotros debemos ofrecerles una y otro. Estas serán las verdaderas cartas de presentación mutua en cualquier sociedad democrática que se precie.

Ángel Asensio Miranda

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