El 4 de octubre de 1976 era lunes, lunes de bixamona en Oñate.
Oñate/Oñati es un pueblo de unos 10.000 habitantes, situado a escasos kilómetros del Santuario de la Virgen de Aránzazu y de Araoz, cuna de Lope de Aguirre. Las fiestas patronales en honor a San Miguel se celebran a finales de Septiembre y se prolongan hasta el primer domingo de Octubre, Domingo de Rosario.
Pero como el lunes siguiente al Domingo de Rosario toda la gente está con “bixamona”, la típica resaca, pues se amplía la fiesta un día más y se celebra la “Errosaixo Bixamona”/Bixamona del Rosario y aquí paz y después gloria. Pero el lunes nadie lo dedica a descansar, por el contrario es el día más festivo de todos, charangas, desfiles de cuadrillas y actividades infantiles.
Ese lunes día 4 de octubre ETA asesinó al Presidente de la Diputación de Guipúzcoa, a su chófer y a los 3 escoltas que le acompañaban. El Sr. Araluce y sus acompañantes habían salido del edificio de la Diputación, en la donostiarra plaza de Guipúzcoa, y se dirigían en coche al domicilio del Sr. Araluce, apenas 300 metros de distancia. En el momento de apearse del coche, fueron ametrallados por unos jóvenes que se encontraban en las cercanías del portal, en la Avenida de España, ahora ¡Avenida de la Libertad!. Era la hora de la comida, y la noticia corrió como la pólvora. A última hora de la tarde salí junto a mi mujer y nuestro hijo recién nacido a dar una vuelta por Oñate, pueblo al que habíamos ido a vivir cuando nombraron a mi mujer directora de un centro de enseñanza de la localidad. Nos imaginamos que los festejos de Bixamona se habrían suspendido, acababan de asesinar al Presidente de la Diputación, máxima autoridad civil de la provincia y a sus 4 acompañantes. Nuestra sorpresa fue mayúscula al ver que el jolgorio imperaba en todo el pueblo, los desfiles de charangas y cuadrillas en plena apoteosis. Nos acercamos hasta la Plaza, allí estaban las “fuerzas vivas” presidiendo impertérritos aquél despropósito.
Hablamos con varios de ellos, haciéndoles ver la necesidad de suspender inmediatamente los festejos por respeto a los asesinados y sus familias. Nos miraron como miran las vacas el paso de un tren, sin acabar de entender el porqué de nuestra petición, y recuerdo la frase que entre dientes soltó uno de ellos: Es que no son de los nuestros.
Esto sucedió en Oñate, pero desgraciadamente pudo haber sucedido en cualquier otro pueblo del País Vasco, pueblos donde el “era guardia civil y dicen que pegaba a los detenidos” o bien “dicen que era chivato”, bastaba para justificar los asesinatos de ETA.
José Ignacio Eguiguren Madrazo
11 de agosto de 2015